Generaciones espontaneas

Puntos suspensivos sobre tu nombre, como una diéresis de larga esperanza y abultada espectativa que, irremediablemente, ha de fallar al que la anhela.

Dos o tres generaciones antes, flechas de recuerdo apuntalaron lo que las palas del olvido no pudieron enterrar.
Y el mundo recuerda los días en los que deslizabamos la planta de nuestros pies por la orilla del río de manos ensangrentadas. Pude detenerte, pero mantuve mi neutral posición más tiempo del que necesité y te me escapaste.

Dos o tres generaciones antes, fechas que marcarían hitos en los libros de historia se sucedieron como días en el calendario de cualquier agenda.
El analfabetismo del mundo solo se supera por el orgullo de calzar suelas que pisan culturas e irradian locura tierra adentro, pasado el gran río.

Dos o tres generaciones antes, fechorías que inundan portadas de diarios y tu y yo besándonos en el recibidor de casa, bajo el muérdago. Sin mayor interés que querernos, acariciábamos nuestro rostro con la cara exterior de los dedos de la mano. Una sensual muestra de cariño que me bastaba para que el día transcurriese sin mayor contratiempo que el pasar de las horas para volver a verte.

Dos o tres generaciones antes, fetichismo de zapato de tacón, alegrias que otrora se me antojaron cercanas mostraron la distancia real a la que, por otro lado, siempre estuvieron.