Sueños de tormenta

Las copias me desconcertaban. Tengo tanto que aprender, tengo tanto que asumir, tanto que soñar.
En la pubertad de la vida, los sueños cobran más importancia, nos enseñan la parte de nosotros que no somos capaces de ver con objetividad.

Una mañana desperté entre sudores, descolocado y desconcertado. Tuve un alocado y tenebroso sueño aquella noche, hoy lo recuerdo y aún me estremezco.
Había una tormenta. Los remolinos que se formaban por la fuerza del viento me asustaban a la vez que atraían. Nunca había temido a los rayos, pero la fuerza destructiva de este temporal era capaz de destrozar todo lo que se encontrara a su paso, por eso temía los posibles daños que sufriera lo que me rodeaba.
Miré a mi alrededor, nada parecía lo que, en realidad, era. Sonoro silencio, iluminada oscuridad que me abrazaba como los brazos de un atacante en la noche.
Corrí, esquivando todo lo que me intentó atrapar, y cuando estuve lejos advertí que había dejado atrás todo lo que me importaba.
Aquél sueño me hizo pensar, me hizo darme cuenta de como nos podemos desprender de todo. Solo fuí libre de escapar cuando olvidé lo que me rodeaba.