Huertos de tomates

Azul encendiendo el horizonte, el rojo se perfila oscuro carente de personalidad, sumiso a dejarse adentrar por el negro adyacente.
Tonalidades de naranja rosado, capas de color que se sobreponen formando una preciosa puesta que recuerda lo que deja atrás, el día que ya pasó, los instantes que no volverán pese a estar aún presentes.
Sonidos apagados, de ruidos sordos que aclaran más que molestar en el definido firmamento que nos cubre esta noche.
No me atrevo a tocarte, pero me arden las manos quietas.
Te dejas ver por el reflejo de la luna, un contorno sensual que me excita sólo pensar en mirarlo.
Tu piel, suave hasta doler. Tus ojos, mansos y nobles, pese a ser salvajes. Tu pelo, sediento de besos. Tu cuello...Dios, desayunaría ahí cada día.
Me decido, me acerco. Te acaricio el pelo, la espalda, los brazos...el cuello.
Rabio de agonía imaginando que no estaré aquí en cuanto me vaya, y he de irme. Quisiera alargar los instantes que comparto contigo, pero se me escapan entre los dedos, se me escurren los segundos y temo perder más instantes intentando atraparlos.
Te me escapas, y te añoro...