Despertares

Clareando el día, despuntando el alba, sometiendose la noche.
Un azul viscoso que se agarra al negro, intentando arrastrarlo, cometer nochicidio.
Los sonidos del día comienzan a perder el respeto a la oscuridad, empezando a caminar entre las sombras que todavía se arrastran rezagosas.

Salgo de mi ensueño, me adentro en la realidad, abandono el plácido terreno en el que nunca camino demasiado.

Abro los ojos, abro la boca, cierro la boca, me abstengo de cerrar de nuevo los ojos.
Me desperezo, acurruco las ganas de meterme de nuevo entre las sábanas, abandono la idea de que cinco minutos más serían suficientes y salgo de la habitación dejando que ella duerma un rato más, ajena al mundo todavía.

Una paloma arranca a volar, sobresaltandome y llevándose lo que me queda de pereza.
Unas flexiones, unas dominadas, y obtengo las ganas que me faltaban para el baño.


La piscina me estaba esperando, con el agua embalsamada y tan quieta que entristece alterarla.
Unas cuantos largos y me caliento lo suficiente como para aguantar el agua de la manguera.

Recojo lo queda de anoche. Lo que, hambrientos, han dejado los gatos tirado por doquier.

Amanece del todo, el negro perdió, la noche me abandona, el cruel sol me ilumina.

Subo a despertarla. Me permito unos segundos observándola, estirada, con un contorno difuminado por la ténue luz que entra por la ventana, tan sensual que me excita y asusta a partes iguales.

Le arranco los tentáculos de la cama, y la abrazo con menos fuerza de la que quisiera, acercándola poco a poco a mí y sacándola de su sueño a ella también.

Aquí es cuando llego a la única conclusión lógica. Me despierto y, entonces, es cuando empieza mi sueño.