De entre las raices

Llovía y no veía con claridad, pero se me antojó una insondable fortaleza. Un profundo océano envolvía sus fronteras y la hacía parecer impenetrable.

No necesitaba velero para surcar el agua al compás del viento. Allanando el terreno, podía navegar por encima de la arena, entre campos de trigo o esquivando pinos en medio del bosque.

Sin más dificultad que recorrer el camino, me adentré entre sus muros y me dirigí a ella.

-Antes de que salga el sol de nuevo quisiera demostrarte que ya nada me puede parar. Soy el antihéroe convertido en Dios, soy el suspiro que emerge de la tierra, el humo que asciende desde la punta de la última lengua de fuego de una hoguera en la noche de San Juan.

-Guíame, deja que te siga mientras inventas el sendero. Quiero que mi único tempo me lo marque el barítono de tus piernas.

Frío en la punta de los dedos, sudor de placer por todo el cuerpo y sensación de falta de oxígeno. Pero con frío en la punta de los dedos. La sangre tenía entonces mucho mejor destino que los pies.

-Me encandilaste a la luz de la luna, y desde entonces solo puedo recordar tu piel reluciendo plata blanca. Dibujo tu cuerpo con la imaginación y recuerdo cada uno de los rincones de tu perfil.

Pero todo acaba, y parece que haga eones de aquellos momentos. Ahora, de nuevo, la oscuridad me envuelve, continentes de pesadillas que me atormentan.
Huesos rotos, resacas y madrugones.

Un día de primavera, no muy lejano, recordaremos con nostalgia aquellos momentos. Pero ahora son duros, amargos e inacabables como huesos de oliva rancia. No soporto tu ausencia.
Un día de primavera, no muy lejano, sonreiremos juntos de nuevo, nos mojaremos los pies a la orilla del Marenostrum y observaremos el horizonte con una nueva esperanza, con un nuevo deseo, con la fe en que el mañana no siempre albergue tristeza y dolor.

Quememos las naves, miremos adelante y, pensando en esa futura primavera, descartemos volver atrás. La niebla amenaza con cubrir todo lo que dejes atrás, pero esto no tiene que ser tomado como malo forzosamente.

Sobresaltos que todos han de rebasar, aunque nunca se nos hicieran tan altos.

Caminemos, adelante, de nuevo. Con risas de fondo y recuerdos dulces que nos traigan de nuevo al mundo. Renazcamos.