Despertar

La luz entraba por las rendijas de la persiana y le hizo darse cuenta de que se había hecho de día.
Se había acostado tarde, y cada vez le costaba más levantarse cuando lo hacía.
Su cuarto, su hogar, se le antojaba extraño y distante en ese breve lapso en el que abandonamos el sueño y nos adentramos en la realidad. La oscura, triste y despiadada realidad que nos abraza con avaricia en cuanto nos puede dar alcance.


Su cuarto se le antojaba extraño, y todavía más en esos días en los que se despertaba cansado. Era como si despertase en casa de otra persona, o más bien como si su casa fuera su casa, pero él mismo fuera otro.

Una pieza de fruta, un café y una ducha y solía sentirse mucho mejor.

Pero esa mañana iba a ser diferente, esa mañana no se iba a serenar por más cafés que se tomara.

La noche anterior habría pasado desapercibida, una noche de amigos más. Pero no fue así.

Ya no recuerda cuantas veces se despertó siendo otro. Quizá es la primera vez que despertaba aquí, quizá ya había sido esa persona antes, quizá más de una vez.

Ya no recuerda si alguna vez despertó siendo otro. Quizá siempre ha sido el mismo, quizá no fue nadie hasta que despertó esa mañana, quizá su existencia era anterior al despertar, siendo el sueño el señuelo de realidad que le llevaba a donde pertenecía.

Ya no recuerda la noche anterior. La noche anterior empezó como todas, pero acabó como ninguna.