Flor de un día

La tarde se despedía fría, distante. Pero el sol aun brillaba y sus últimos rayos le iluminaban la cara.

Miró a sus ojos una vez mas antes de coger aire, sentía que le iba a faltar.

Desde que se fijó por primera vez en ellos su dulzura le cautivó. Con el mismo color, sabor y olor que la miel mas pura con la que pudiera deleitar su boca ella le devolvió la mirada sonriendo.
Una mirada casi tan dulce como su voz, su aliento, su cuerpo.
Durante largo tiempo solo pudo respirar el aire que ella exhalaba. Su obsesión se tornó cautiverio de emociones, cárcel del corazón.
Sus sentimientos, otrora divagantes e impredecibles, ahora solo apuntaban en una dirección.

Y le empezó a asustar la claridad con la que veía el asunto, lo mundano que parecía todo si se miraba con perspectiva.
Así que decidió correr, y su excusa fue la pelea.

Los papeles que perdió aquella tarde, a ella le sirvieron para hacer aviones.